No son los cambios inevitables que la vida va haciendo con nosotros que nos producen desasosiego e infelicidad; sino el cambio que queremos o no queremos ver ocurrir en los demás.
La verdadera independencia se consigue cuando tomamos conciencia de que somos un individuo responsable únicamente de nuestros pensamientos y nuestros actos, y se deja entonces de juzgar, controlar y reformar a los otros.